miércoles, 4 de septiembre de 2013

Comiendo con Angel.

O más bien comiendo en el “Bar Angel”, una vez superado el trance de las vacaciones veraniegas y felizmente recuperadas las ganas de trabajar, de inventar, de sugerir y de proponer.

El local sigue en su sitio, así como Santi, el patrón, la cocina y “Litus”, el eficaz camarero que alterna su labor de actor con la actuación y la “mise en scène” entre las mesas.

Los platos intactos, con la calidad a la que la casa nos tiene acostumbrados, los puntos exactos de cocción y la atención por los detalles, desde el muy buen pan del horno Vilamala –en la cercana calle Agullers- hasta los tomates para untarlo, de los de colgar, de sabor rústico y evocador. Escueta pero muy fundamentada carta de vinos.

Durante mi visita de ayer martes día tres de setiembre me dejé aconsejar. La confianza se vió premiada con los deliciosos –por auténticos- mejillones del delta del Ebro, abiertos a la plancha sin más aditamento que un chorro de buen aceite en el momento de emplatarlos. Intenso sabor del Mediterráneo, sencillez y emoción.

El plato siguiente fue la impecable presa paleta de cerdo ibérico Maldonado. Se trata de animales de pura raza ibérica, criados en la dehesa extremeña en semilibertad. La carne se presenta poco hecha, crujiente en la superficie y de un sugerente tono rojo en su interior. Ayer la acompañaba el muy buen puré de patatas de la casa.

El postre, el ya clásico helado de turrón con su chorro de ratafía, licor catalán antiguo como el mundo que casa de maravilla con el sabor dulce –que no dulzón- del turrón.

Café y a la calle.

Como pueden advertir mis lectores, sigo fascinado por lo simple, aunque la bondad del producto de la mejor calidad requiera el tratamiento experto y respetuoso de profesionales de primer nivel. Ni añadidos inútiles ni atajos ni innecesarios rodeos. Cocina inmediata, de raíces atávicas y conocimientos ancestrales. Preparaciones clásicas como el conejo escabechado, con un impecable punto de acidez, o como las vieiras envueltas en un velo sutil de papada del mismo cerdo ibérico del que he hablado hace unos renglones. Con esa indescriptible papada, por cierto, hacen en el “Bar Angel” unos huevos fritos inenarrables de sabor y suavidad. Un prodigio.

El cada vez más conocido y diminuto restaurante de la calle Ocata empieza así la temporada con buen pié e inminente cambio de cocinero. Alejandro se enfrenta a nuevas aventuras profesionales y Carles, fundador en su momento del “Garum” de la calle Diputació, toma con ilusión las riendas de la pequeña pero exigente cocina del local.

En las fotos que publico podrán ver los platos que he descrito y comentado.


Pierre Roca


Bar Angel
Ocata, 2 bis (callejón situado en el lado norte de la Estació de França)
Barcelona
Teléfono de reservas: 605 841 037








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